Las cimentaciones superficiales son aquellas que se apoyan sobre las capas superiores del suelo, a poca profundidad, para transmitir las cargas de la estructura al terreno. Se utilizan cuando el suelo tiene una capacidad portante suficiente y una deformabilidad aceptable, y cuando las cargas no son muy elevadas. Las cimentaciones superficiales se clasifican según su forma y su profundidad en relación con su ancho.
Zapatas: cimentaciones superficiales aisladas o continuas
Las zapatas son los elementos más comunes de las cimentaciones superficiales. Se trata de prismas de hormigón armado que se colocan bajo los pilares, muros u otros elementos estructurales, para distribuir las cargas sobre una superficie mayor del suelo. Las zapatas pueden ser:
Aisladas
Cuando soportan una sola columna o pilar. Pueden tener forma cuadrada, rectangular o circular, según la geometría del elemento y el espacio disponible. En ocasiones, se unen entre sí mediante vigas de hormigón armado llamadas riostras, para evitar asientos diferenciales o mejorar la estabilidad.
Continuas
Cuando soportan una línea de pilares o un muro. Se extienden a lo largo de toda la longitud del elemento, formando una banda de hormigón armado. Se usan cuando la distancia entre los pilares es pequeña o cuando el suelo es poco resistente.
Combinadas
Cuando soportan dos o más columnas o pilares que están próximos entre sí. Se emplean para aprovechar mejor el espacio o para equilibrar las cargas excéntricas o desiguales.
Losas
Las losas son placas de hormigón armado que cubren toda la superficie de la planta de la estructura, formando una base única y continua. Se utilizan cuando el suelo es muy débil o heterogéneo, o cuando las cargas son muy elevadas o repartidas. Las losas pueden ser:
Macizas
Cuando tienen un espesor constante y uniforme. Son las más simples y económicas, pero también las menos resistentes y las que generan más asientos.
Nervadas
Cuando tienen un espesor variable, formando nervios o viguetas que refuerzan la losa en las direcciones principales. Son más resistentes y livianas que las macizas, pero también más complejas y costosas.
Aligeradas
Cuando tienen huecos o alveolos que reducen el peso y el consumo de hormigón. Son las más eficientes y las que provocan menos asientos, pero también las más difíciles de ejecutar y controlar.
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